martes, 6 de noviembre de 2012

Los sabios y los necios

Si tomamos cualquier grupo humano, desde la pareja, la familia o el ambiente laboral, nos encontramos con los hombres sabios y los necios; es decir la lucha entre el hombre sencillo con sentido común y el necio que ignora todo, hasta lo que cree saber.

En ese campo se enfrentan el silencio oportuno del cuerdo y la verborragia grandilocuente del mediocre, donde el ímpetu del necio lo lleva a sostener hasta con firmeza lo que presume que sabe, sin advertir que la rigidez de su pensamiento le impide entender o percibir hasta las más lógicas verdades.

Mientras el hombre sabio y sencillo no necesita convencer, vive silenciosamente intercambiando sensaciones, buscando que los otros logren su propia e íntima convicción, sin ser sustituidos por modelos ajenos o desconocidos, el necio hace alarde de de todo, incluso puede desarrollar habilidades relacionadas con la comunicación y la seducción y convencer al incauto, al inseguro o al distraído.

¿Es suficiente el conocimiento de la diferencia entre uno y otro para ser sabio? Naturalmente que no, el solo entendimiento racional no será suficiente para alcanzar la sabiduría, se necesitan de otras cosas.

El primer principio que rige a la sabiduría es su conexión con Dios, no se puede ser sabio si no se tiene una relación estrecha con El, de la forma que lo concibas, por lo tanto también se la define como: “el dominio del arte de vivir en conformidad con las expectativas divinas”

La sabiduría siempre está ligada a la simplicidad, no es necesario de la posesión de títulos o doctorados para alcanzar la sabiduría, cuando hablamos de Sócrates, Platón, Aristóteles, Lao Tsé y otros grandes hombres que trascendieron en la historia, se destacaron por desarrollar hábitos de pensamientos distintos a los estándares de la época, sin embargo el mayor legado de estas personas y que aun hoy sorprende a grandes científicos, no solo es la genialidad de sus obras, sino la simplicidad de sus conclusiones.

Todos ellos tienen patrones en común que pueden servirnos de base para alcanzar la sabiduría, por ejemplo, escuchar y vivenciar los sentimientos antes que definirlos en palabras.

Mediante el hábito de una profunda meditación, dejar que la emoción fluya y encuentren las respuestas necesarias a través de un viaje sin límites hacia el interior del ser, donde nunca fuimos.

Que la alegría sea parte de la razón de la existencia porque la risa y el buen humor equilibran al instante la cabeza y el corazón.

Vive en paz, evitando los ruidos, porque los necios, a diferencia de los hombres con sentido común, tratan de imponer ruidosamente aquello que creen lógico, en virtud de estar dominado por la tosca rigidez de una mente interesada por cambiar el modo de pensar, de actuar y de decidir de los demás. Como dice el desiderata "La paz esta siempre en el silencio". LUÍS ALBERTO.

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