viernes, 30 de noviembre de 2012

Las decisiones y las emociones.

Este mundo cambiante e imprevisible, donde no hay tiempo para “estudiar casos”, cuando la velocidad con que cambian los escenarios es tan repentina y violenta, cuando la toma de decisiones no permite distracciones ni perdidas de tiempo, donde casi todo hay que definirlo sobre el problema mismo.

Ante esta realidad, cualquier decisión que se deba adoptar, debe abordarse dentro de una ubicación temporo espacial, que guarde relación con las personas, los objetos, el ambiente y el espacio contextual

En estas circunstancias, el poder decidir cual es la mejor opción o el momento más oportuno, exige además de la lógica plasticidad cerebral y oportuna apta para adaptarse a las marchas y contramarchas, se disponga de un adecuado equilibrio emocional.

En los tiempos actuales, ser reflexivo y práctico es imprescindible. Nadie puede controlar lo que desconoce. Ninguna persona, tendrá la visión necesaria para alcanzar la resolución de cualquier conflicto si no toma conciencia de sus emociones, incluso aquellas que le parezcan reprobables o negativas.

El primer problema a resolver esta dentro de nosotros mismos, somos nuestros propios obstáculos. En cuántas oportunidades hemos caído en trampas mentales como pensar:"Yo no valgo nada.”.”Yo no puedo”. "Es lo que me tocó en la vida. "No me lo merezco."Que la suerte me acompañe".

Cuando estas emociones nos asaltan, aparecen otras ideas o afirmaciones irracionales que realimentan el circuito negativo, incrementando las preocupaciones que hacen parecer que carecemos del control de nuestra propia vida, perdiendo la alegría, la felicidad y la pasión. Estas preocupaciones dramatizan y desvirtúan la realidad, hace que nos volvamos más agresivos, hasta con nosotros mismos, perdiendo el autodominio y por ende la visión.

En ese momento y ante esa distorsión, no es bueno tomar decisiones, ni emitir juicios de valores, ambos procesos estarán viciados de error. Exigirse respuestas inmediatas solo aumentara el descontrol y la presión emocional. Quedarse quieto, tampoco es la mejor opción, se debe buscar paulatinamente el control de nuestras emociones.

El control de las emociones, no significa reprimirlas, sino que se debe intentar apoderarte de ellas, controlarlas, obsérvalas, examínalas, enfocando la atención como si fueran un experimento de laboratorio.

De este modo, tranquilo y calmo, tratar de aclarar las ideas, recuperando la paz interior y el equilibrio, haciéndose consiente de que somos responsables de nuestra vida y de que de nosotros depende el poder cambiar la forma de ver las cosas, podremos comenzar a decidir cómo actuar y de qué manera tomar decisiones correctas y vivir en un mundo pleno de felicidad y armonía. LUÍS ALBERTO

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