lunes, 19 de noviembre de 2012

Don Suárez

Cada tanto me viene a la memoria recuerdos de mi infancia, de mi querida ciudad, Eldorado (así como esta escrito Eldorado) ubicado en la provincia de misiones, Republica Argentina.

Yo vivía en un barrio conocido también como “La picada doce”, algunos lo hacían a modo despectivo, pero a nosotros no nos importaba mucho, porque éramos de ahí y teníamos la ventaja de ser felices por eso.

A mi me gustaba mucho recorrer mi barrio, sus calles con tierra colorada, sus árboles y sus pájaros, los vecinos tan particulares, todos nos conocíamos. Don Ramírez, un carnicero Paraguayo simpático, charlatán y mentiroso, según él conocía de todo, si no lo sabia lo inventaba. Doña Santa una señora sola que siempre tenia mal humor y nos corría o nos quitaba la pelota de fútbol, porque le rompíamos el jardín o le “robábamos” las mandarinas. Los Veron Piñeyro, en realidad nunca supe cual era el apellido real, para algunos eran los Veron, para otros eran los Piñeyro, pero lo cierto es que todos eran hermanos y todos eran parientes. La familia Etchevestez, apellido difícil de pronunciar y mas difícil de escribir, muy amigos de mi familia, mis padres lo querían mucho a Don Etchevestez (también gendarme) y a su esposa, tenían cuatro hijos, Juancito era un capo a veces nos paseaba en la moto, toda un aventura. Don Franco y su negocio, nunca se enojaba, dudo mucho que ganara algo vendiendo cosas, porque su comercio era como un mercado comunitario, le gente le pagaba como podía, pero él era feliz con su forma de ser. Los Fonseca eran mis padrinos. Los Ibarra eran mis otros padrinos. Don Montiel y su acordeón, y por supuesto Don Suárez.

Un trabajador, de mirada tierna y transparente, con cara de viejito bueno, de andar calmo y tranquilo. Su larga barba blanca lo hacía muy parecido a las imágenes de aquellos santos que tenían mis abuelos.

Aunque nunca supe su edad, su vitalidad decía mucho sobre sus ganas de vivir. Vivía con su mama en una humilde casita de madera. Hacia todo tipo de tareas de limpieza, jardinería, poda de árboles etc.

Una tarde lo encontré descansando de su tarea habitual debajo de un hermoso y fresco árbol. Quería hablar con él, porque hbalar con él era como hablar con una especie de científico porque sabia de todo. Me acerque tímidamente.

- ¿Como anda Don? le pregunté.

- Bien, un poco cansado, pero bien. Contestó.

- ¿Sabe una cosa don Suárez?, me gustaría hablar con usted, usted nunca pierde la calma ni la serenidad, es un persona tranquila, siempre alegre, siempre contento, ¿Cómo se logra eso?, nadie habla mal de usted, es mas todos quieren ser sus amigos, tiene tanta paz que parece un santo.

Se rió de mi ocurrencia, y dijo.

- Nada de santo, creo que solo soy alguien que trata de concentrarse en lo que esta pasando ahora, no me preocupo anticipadamente, el futuro ya llegará. También evito que los pequeños problemas me quiten el sueño…Hizo una pausa, y agregó…

- En realidad creo que todos los problemas son pequeños.

- Pero eso es muy difícil, Don Suárez, a mi los problemas, a veces me complican la vida.

Me dijo algo que me desubicó completamente.

- ¿Probaste el silencio?

- ¿El que…?

- Al silencio, escúchalo, permite que entre a tu alma y no lo dejes salir y si alguien quiere quitártelo no lo permitas por nada en el mundo.

- Es cierto, pero a veces, es dificil mantenerse en silencio,  las cosas duelen, las personas lastiman, y eso duele y mucho. ¿Que se puede hacer con eso?

- ¿Cuando alguien te ofrece algo que no te gusta ¿Lo aceptas?

- Por supuesto que no. Respondí.

- Bien, dijo, si alguien intenta ofenderte o decirte algo desagradable, está ofreciéndote algo. En ese caso, si se trata de algo que no te gusta, puedes aceptarlo o no.

- El enojo de la otra persona pasará, no puedes controlar lo que hay en el corazón del otro, eso no depende de vos, pero lo que si depende de ti, es lo que pongas en el tuyo.

- Si hay algo te ofende o te enoja, no lo recibas, o estarías aceptando algo que no te suma, tampoco estás obligado a recibir algo que no te interesa tenerlo. Es preferible dejar espacio libre dentro de tu corazón para las cosas lindas, como la calma o el silencio.

-Además, si quien te ofende es una persona que quieres y te importa, lo único que conseguirás es lastimarla, lastimándote tu mismo también y eso no es bueno.

-Muchacho, dijo, la vida siempre te da la oportunidad de ser feliz o de amargarte. Tú eliges.

Me quede callado, no sabia que decir. Hasta que hasta que prosiguió.

- Luisito, elige lo que quieras porque la vida es una constante elección y si lo haces utilizando el calor del corazón con la sabiduría de la intuición, nunca te equivocaras.

- El silencio hará el resto,  te traerá la calma necesaria para que puedas ser coherente y creíble, te mostrará el camino hacia la felicidad, ese debe ser tu norte, solo debes tener el valor de recorrerlo.

-Bueno amiguito, tengo que seguir trabajando, me dio un fuerte abrazo y se fue caminando despacio, silbando bajito….Ah, no te olvides, agregó. – De tanto en tanto camina con los pies descalzos, así conocerás los secretos de la tierra.

Mucho tiempo recordé este dialogo, mucho tiempo soñé con Don Suárez y sus palabras. En las noches cuando hablo con mi ángel, le comento lo bueno que fue tener como amigos a personas como Don Suárez y todos aquellos vecinos, que bárbaro que es ser feliz viviendo con lo necesario y que hermoso que es estar en paz con uno mismo. LUÍS ALBERTO.

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