miércoles, 7 de marzo de 2012

El gran Capitán

Cuando la duda, la falta de fe o el dolor invade mi alma, mi mente retrocede hacia aquellos lugares donde crecí, donde suelo reencontrarme.

El barrio donde crecí era uno de los típicos de la provincia de Misiones, donde todo se comparte y casi todo y todos son considerados importantes, allí vivía el Capitán o el Gran Capitán, un moreno retacón, de mirada penetrante, ágil en el caminar y pausado en el decir, su casa, un pequeño ranchito donde viva solo y con pocos muebles, muchos libros y su burro “Matute”.

Rara mezcla de Napoleón y Quijote, con la picardía de un manosanta,  siempre rodeado de niños y jóvenes del barrio, su valeroso ejército, sus “Caras sucia” o “Pies descalzos”.

Casi todos los atardeceres escuchábamos sus relatos acerca de  guerras y conquistas,  las batallas  y sus complejidades, desde la primera gran guerra hasta la guerra de guerrillas, todas eran relatadas y descriptas en forma increíble, tanto que todos quedábamos sorprendidos y motivados. Se hablaba de todo, de Napoleón, Leónidas, Patton, Rommel o Montgomery,  Alejandro Magno y San Martín  o Simon Bolívar. 

Luego del relato pasábamos a la  planificación y ejecución de lo descripto, cada uno cumplía un papel, como general, Comandante de Batallón, Jefe de Sección o Soldado, pero todos éramos importantes. Hasta su burro feo y peludo “Matute”, se convertía en el gran caballo blanco del conquistador.

Nos sentíamos muy orgullosos de pertenecer a este grupo selecto de “Caras Sucia” y “Pies Descalzos”, y aunque los vecinos lo definían como un delirante y decían que estaba medio loco, a nosotros no nos importaba. Porque el solo verlo montado a su burro feo y peludo y con la actitud de un conquistar era suficiente para nosotros, nos bastaban  sus enseñanzas y sus relatos, aprendíamos con solo escuchar y nos convenciamos mas al planificar.

En su pequeña casa, su ranchito, como solía llamarlo, pasábamos horas leyendo viejos libros escritos en alemán, ingles y hasta en idiomas que desconocíamos, pero podíamos comprenderlos, porque el era el traductor, aunque creo que solo hablaba y muy mal el castellano.

Nadie sabia como habían legado esos libros a sus manos y tampoco como sabia tanto de guerras y  conquistas, pero sabía y mucho. 

Lo que para nosotros era un juego para el era una gran operación y estaba convencido que era así la cosa. 

Y pasaron los días, y conquistamos el mundo, y los “Caras Sucia” y “Pies Descalzos” también crecimos y  también fuimos marchándonos de a poco.

Algunos lo creían loco, otros un delirante, otros un soñador, yo creo que fue un gran maestro, un visionario que hizo de los “Caras Sucia” o “Pies descalzos” profesionales, maestros, padres, hombres felices.


“Todo pasa y todo llega”,  dijo un gran poeta y esto también llego, el Gran Capitán un día nos dejo, solo  y en silencio, una triste ambulancia lo llevo sin que nadie dijera nada, en su pequeño ranchito quedamos solos “Matute” y los “Caras sucia” y “Pies descalzos”, pocos notaron su ausencia, muchos  lo lloramos.

Al regresar del colegio nos reunimos, hablamos con una tía que  tenia un campito  y le pedimos que adoptara a “Matute”,  y allí se quedó, con otros burros.

Lo abrazamos fuerte, el entendió, movió la cola y se fue, desde ese día todas las tardes pasábamos a saludarlo y le ofrecíamos un terrón de azúcar, su alimento preferido.

Hasta que una tarde, al vernos se acrecó, nos miro a todos, movió la cabeza y la cola como saludando y se fue, caminando lentamente, todos entendimos el mensaje.

Desde ese día ya no nos juntamos los  “Caras Sucia” y “Pies Descalzos”, ya no era lo mismo.

A veces cuando el tiempo aprieta y el camino se hace cuesta arriba pienso en ellos, los veo felices, alegres y contentos. Creo que estan ahí, en ese lugar sagrado,  sentado y dando clases.

Nunca olvidaremos que fue el quien nos enseñó que con solo un burro feo y peludo y un ejército de “Caras sucia” y “Pies Descalzos” se puede ver más lejos, se puede ser un grande,  un Gran Capitán y lo más importante se puede conquistar el mundo y ser feliz. LUIS ALBERTO

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