Tanto la bondad como la maldad conviven y están estrechamente relacionadas con el amor y el odio.
El ser humano nace con el amor en su estado más puro, porque es cosa de Dios, va creciendo de acuerdo a la personalidad, experiencias y vivencias, al mismo tiempo, al conectarse con el contexto social, se abren las puertas a la contaminación.
Tanto la bondad como la maldad se exteriorizan a través de una conducta activa, la diferencia radica que con la bondad aumentan las posibilidades de ser felices, mientras que el mal siempre actúa obstaculizando el flujo natural, buscando la destrucción y el malestar, esta es la razón porque el que ejerce la maldad estará siempre condenado a ser un desdichado.
La lucha entre el bien y el mal es eterna y va desde lo religioso hasta lo social, nadie puede sentirse un observador pasivo, pero mientras la bondad puede subsistir sin tí, la maldad no existe sin complicidad, necesita indefectiblemente de tu participación.
Para que te desvíes y te desmoralices, el mal siempre buscara obtener una obediencia ciega y una actitud servil, corrompiéndote la moral y paralizando tu accionar.
Ante esta realidad, solamente las personas fuertes y decididas a enfrentar al mal, pueden generar las posibilidades de éxito creando hábitos que actúen como escudo protector ante los embates de los que enarbolando la bandera del mal pretendan lastimar a otros.
El éxito de la lucha contra el mal será posible solamente si nos quitamos lo malo del alma e iniciamos el regreso a nuestros orígenes, a ese ser casi perfecto que fuimos cuando eramos solo unos inocentes niños. LUIS ALBERTO.
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