martes, 13 de septiembre de 2011

La Abuela Chanda

Ese tiempo llamado infancia donde se mezclan todas las cosas, donde las vacaciones y la magia permiten que duendes y hadas alimenten la fantasía.

Donde conviven Los Reyes Mayos, Santa Clauss  y el ratón Pérez, es en esa época que conocí a una de las mujeres más grandes de mi vida, la abuela Chanda. 

Siempre sostuve que si Leónidas contaba entre sus filas a la abuela Chanda no hubieran pasado los Persas. O si fuera general Cartaginés, Aníbal hubiera destrozado a todo el imperio romano rápidamente.

Menuda mujer, media aproximadamente un metro con cincuenta centímetros,  sus brazos parecían dos ramitas  de duraznos, pero su fortaleza física y espiritual era tanta, que era capaz enfrentar a  cualquier animal,  llevar  adelante todo un campo con animales, plantaciones y empleados.

No se cuando descansaba  ni  como se daba tiempo par atender a todos,  especialmente al abuelo Juan, su esposo, su gran amor.

Tampoco olvidaba a sus hijos, a sus nietos, siempre tenia algo para todos,  nadie se quedaba sin su atención ni se sentía olvidado.  

En un hermoso día, de aquellos cuando el sol penetra la piel y el viento norte realza el aroma de las flores y los pájaros alborotados realizan aeróbicos vuelos, cuando tuvimos este diálogo que me enseñó a entender muchas cosas.

Regresábamos del campo con frutas y verduras cantando una hermosa melodía en portugués.

Al verla tan feliz, y con tanta paz, le pregunte ¿Como se hace abuela,  para ser tan feliz y tan fuerte?

Sonriendo me dice.

- No se, tampoco creo ser tan fuerte, creo que Dios me enseñó  algo muy importante, me enseñó  a sentirme parte de la creación y que la naturaleza es un regalo.

-Me enseñó a  apreciar una planta, mirar a los árboles, tocarlos y  abrazarlos,  a disfrutar de la luz del sol o admirar las estrellas, a sentir la caricia freca del aire a las mañanas y de la brisa tibia del atardecer,  a saber que pisar el suelo siempre te da la amergía necesaria para  soportar las exigencias del día.

- Pude ayudar y comprender a los demás, incluso a quienes no me amaban lo suficiente, también aprendí que el agua puede limpiar el alma y curar el dolor. 

-Luisito, nunca dejes que tu corazón sufra, ni siquiera por el dolor, el dolor es inevitable en cambio  el sufrimiento depende de ti y si te propones lo puedes controlar.

-Cuando algo te preocupe, mira a tu alrededor, ponte en la presencia de  Dios y como El te conoce muy bien, si te pide algo es seguro que lo puedes hacer y que no vale la pena preocuparte.

-Tampoco olvides las risas de los niños y los consejos de los mayores, escucharlos  te hará mejor persona, más fuerte y más feliz.

Despréndete de las cosas que no necesitas, vive el presente con todas tus fuerzas y todo tu corazón, recuerda que el presente es muy fugaz y que el tiempo no se detiene,  si te descuidas, se te puede escapar de las manos.

No dijo mas nada, le dí la mano, un beso y me sentí el niño más feliz del mundo. LUIS ALBERTO

No hay comentarios:

Publicar un comentario