martes, 5 de abril de 2011

Septembrino

El tío Septembrino era una de las personas mas curiosas de la familia, en realidad no  se sabia donde había nacido y mucho menos cuando, cuando por alguna razón  se lo recordaba, siempre se decía los mismo de el.

–Septembrino ¿Por donde andará?

Con fama de pícaro, seductor y algo mentiroso,  una mezcla de Quijote y vagabundo, según sus historias combatió en varias revoluciones, y como cazador y pescador logro las mejores y mas raras especies.

Podía aparecer o desparecer de un lugar tan rápidamente, que podría dudarse si realmente había estado en un lugar o había sido un fantasma. Cuando eso ocurría  nadie sabía hacia donde se dirigía, tampoco se le podía preguntar porque.

Según sus dichos conocía Europa, los Estados Unidos, África. Había leído todos los libros clásicos, podía reconocer los astros como interpretar las cartas, había tenido contacto con seres extraterrestres. Es decir  conocía de todo y casi todo  había hecho o había visto hacer.

Además de hablar le gustaba regalar cosas, de su valija sacaba siempre algún presente  y no se como hacia pero todos  recibían  regalos

Una vez, estando de vacaciones en el campo del abuelo Juan, lo vimos llegar caminando como siempre, despacio, bien vestido y alegre, portando su pequeña valija.  Todos se alegraron, porque era el Tío Septembrino, el que conocía de todo y seguro que recibiríamos sus originales regalos.

Llego como siempre sonriente saludando a todos, de su pequeño bolso saco regalos para todos, menos para mí.

¿Por qué?, ¿Qué había pasado? Me fui caminando triste y enojado, no se había acordado de mí. Me senté a ver el atardecer y sus luciérnagas.

Hasta que de repente una voz me sobresalta, era el tío Septembrino

–Hola ¿Como estas?

-Bien, conteste

-Que hermoso atardecer dijo.

- Quiero contare algo muy importante y se que eres la única persona que lo entenderá.

-¿Conoces a las luciérnagas?

-Si tío, son las que salen al atardecer, mira ahí están.

-Claro, dijo,  pero ¿Sabes que son?

- Son pequeños retazos de luz, agrego. – Retazos  que Dios envía a los hombres a todos aquellos que necesitan  de paz o  están afligidos.

-En unos de mis viajes encontré a un vendedor de juguetes, quería un regalo especial para mi sobrino favorito, pero me dijo  que había vendido todos, solo le quedaba un pequeño frasquito para guardar luciérnagas.

Y… sacando de su bolsillo un pequeño frasco, continuo.

–Mira acá esta el frasco y dentro están dos luciérnagas que quisieron traerte un poco de luz, quieren compartir con vos y conocer a otras luciérnagas de este lugar. Este es tu regalo, este es el regalo para mi sobrino favorito, conversa con ellas y después puedes dejarlas en libertad para que se diviertan con sus nuevas amigas.

Las mire eran hermosas y que hermoso era el frasco de guardar luciérnagas.

-Gracias tío dije, lo abrace y se despidió  caminando como siempre, lentamente.

Al día siguiente ya no estaba, se había ido tan rápidamente como había llegado.

-¿Regresara algún día?, ¿lo volveremos a ver? solo Dios sabe, sentencio la abuela Chanda,  gran mujer, una santa.


Esa noche, antes de abrir el frasco para liberar a mis dos luciérnagas me pareció verlo, sonriente y feliz, cuando iniciaron el vuelo con sus intermitentes luces.

Una ellas regreso, se poso en mi hombro y sentí sus palabras. “Son pequeños retazos de luz, retazos de esperanza, déjalas libres para que iluminen otros caminos, otras almas necesitadas de unos segundos de paz”. Gracias Tío. LUIS ALBERTO.

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