domingo, 24 de abril de 2011

Perder el tiempo

Nos enseñaron que la clave del éxito, está en anticiparnos a los acontecimientos, programarnos permanentemente para adoptar las mejores previsiones y lograr el mejor aprovechamiento del tiempo.

También nos dicen, que el compartir tiene sus riesgos y puede ser peligroso, que mostrarnos solidarios y dispuestos con los semejantes puede convertirse en una amenaza, por lo tanto, es mejor “antes que llore mi mamá, que llore la tuya”.

Ante esta egoísta y alocada carrera, donde existe un bombardeo constante acerca del oportunismo, donde perder el tiempo en los demás es un pecado capital y que la meta es tener siempre más, aunque sea “por las dudas”. ¿Que debemos hacer? ¿Existe “otra” realidad posible?

Claro que si, pero debemos ser valientes y la primera actitud que debemos tomar es asumir con decisión y responsabilidad la dirección de nuestra propia vida, cumplir con el mandato superior que recibimos de Dios, que son planes superiores a cualquier otro que tengamos.

Para lo cual debemos percibir la energía del universo, mirar a nuestro alrededor, comprometernos con el mundo y dejar de ser simples testigos. Porque si no somos protagonistas de nuestra historia, de nuestro momento, pero si no lo hacemos, otros lo serán por nosotros y las consecuencias pueden ser catastróficas, para entonces será muy   tarde y todos seremos responsables.

Se necesita además valor para luchar contra la idea del lucro permanente, de que todo tiene su precio, si solo buscamos ser ricos en bienes, podremos convertirnos en pobres de corazón y aunque hayamos conquistado el mundo entero, cuando llegue la hora de partir, nadie notará nuestra ausencia, solo seremos s un peso muerto.

No hay nada que valga más que la vida del hombre, quien quiera descubrir el secreto de la vida, y ganar la eternidad, debe brindarse desinteresada y generosamente a los demás, muriendo para que otros vivan, saber “perder el tiempo” por los corazones que sufren, por los marginados, por los afligidos. Es esto lo que hace a la vida importante y nos convierte en únicos e irrepetibles. LUIS ALBERTO.

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