domingo, 24 de abril de 2011

Don Luis y su Carretilla

Don Luís y su carretilla,  no se sabía bien desde cuando empezó a rodar por el barrio, siempre cantando alegremente, conocía y se acordaba de todo y de todos, nombres,  gustos,  era poseedor de  una increíble memoria.

Don Luís era casado, tenia dos hijos, pocos conocían sus nombres, todos sabían quienes eran, la esposa y los hijos de Don Luís.

Su trabajo era transportar cosas en la carretilla, todo era posible, trapos viejos, muebles, leñas, hasta chicos que salían del colegio y subían a la carretilla como una extraordinaria aventura.

Todos le daban trabajo y algún dinero por el servicio, siempre decía lo mismo. -No, por favor, no hace falta, Se debía insistir mucho para que aceptara. Empezaba muy temprano y no paraba hasta altas horas de la noche, siempre riéndose, era un moreno muy feliz.

Una tarde, estando yo frente a mi casa, aparece Don Luís, saludándome como siempre - ¿Cómo estas, muchacho, todo bien? –Muy bien y usted, ¿Cómo está? -Excelentemente bien, como todos los días. -¿Y cómo están tus estudios y tu maestra,  la señorita Zulma?, -¡Que linda mujer! –Todo muy bien, contesté.

-¿Quiere un poco de jugo, Don Luís? Pregunté. -Bueno, así descanso un poco, dijo y se sentó a la sombra de un frondoso paraíso que estaba en la vereda.

-¿Desde cuando tiene su carreterilla, Don Luís?, ¿como se le ocurrió esto de trabajar todo el día, con una carretilla? Pensó un poco y como era su costumbre lanzó una hermosa carcajada que dejó ver sus esplendidos dientes blancos, inició el relato.

 Esto comenzó hace mucho tiempo, yo no tenía trabajo, estaba con mi madre y le dije preocupado, -Mama no tenemos plata, no tengo trabajo, no tenemos nada.

–No creas hijo, tenemos salud, nos tenemos a nosotros, tenemos esta casita.  Y mirando la carretilla agregó. -Y también tenemos esa carretilla, es nuestra, con ella puedes recorrer todos los caminos que quieras, en busca de oportunidades, y toda  búsqueda hecha con inteligencia y  fe, no lleva a la prosperidad y la felicidad es posible, y no dijo nada más, siguió con las tareas de siempre.

-En ese momento tomé la carretilla y salí a buscar trabajo y  no paré más. Con un enorme suspiro, continuó. -Y i con esto vivo, mis hijos estudian, el mas grande fue premiado y esta becado en la Universidad. Soy feliz, tengo amigos, hasta la fábrica de carretillas quiere fabricar un modelo con mi nombre para fin de año. Tengo tantas cosas y todas lindas.

-¿Cómo se logra eso, Don Luís,  como se puede ser feliz?

-Buscándola, toda la vida es una búsqueda, debes saber buscar, tener y tenerte fe, en principio busca la libertad, mis ancestros en otra época, fueron esclavos, por eso sé, que el hombre lo que más desea es ser libre.

-Detrás de la libertad está la felicidad, pero tiene muchos nombres, y a veces no sabemos buscarla, la buscamos atraídos por espejismos y luces de colores que bruscamente se diluyen, dejándonos un gusto amargo, el corazón insatisfecho y las manos vacías.

-Debes darle el verdadero valor al corazón, porque  en medio de todas las adversidades y dolor, te dará la ternura necesaria para ayudar a quienes necesitan de un hombro, un oído o un pañuelo para alguna lágrima. -Si se ahoga al corazón, el hombre terminara encerrado y moriría de tristeza y soledad. Triste y sin libertad. -Quieres ser feliz, toma tu carretilla y con el corazón abierto, la sonrisa alegre y el espíritu en paz, recorre  los caminos, conoce de alegrías y tristezas,  de niños felices, de carcajadas y lagrimas.

-Bueno amigo, me voy  todavía tengo que caminar,  gracias por tu tiempo, fue un gusto  hablar contigo. Y se fue. Cantando  como siempre.

Lo vi perderse caminando lentamente con su carretilla, sentí una mezcla de alegría y nostalgia. Y, a partir de ese momento estuve seguro de que los ángeles existen y están aquí,  con nosotros. LUIS ALBERTO.

1 comentario:

  1. Gracias por inspirarte y recordarlo a nuestro querido Don Luis y su carretilla.

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