sábado, 9 de abril de 2011

La Plegaria

Comandar esa Unidad era un lujo, tenía los mejores y mas entrenados soldados, los conocía a todos, tanto como se conocía a si mismo, también conocía al enemigo, pero aún así estaba nervioso, tal vez ansioso, o quizás las dos cosas…

Comenzó a vestirse lentamente, mirándose al espejo se calzó la boina verde, esa, la de tantas batallas, la de tantas historias, caminó unos pasos, miró al cielo, buscó conectarse con El, el que siempre está… El que todo lo sabe... El que todo lo ve.

Cerró los ojos, levantando los brazos y como quien habla con su mejor amigo dijo:

 -Señor, que manejando mis emociones tenga la sensibilidad y el criterio necesario para ver más allá de lo evidente.

-Que pueda cumplir con mi deber en forma precisa, concisa, clara y directa.

-Que comprendiendo a los demás pueda lograr que me comprendan.

-Que confiado en la experiencia y sin descuidar la iniciativa, pueda confiar en la intuición con la seguridad y la calma de quien conoce la capacidad de sus hombres.

-Que confiado en el honor y sin olvidarme del valor de la palabra empeñada, sea firme y valiente en mis decisiones.

Abrió los ojos, una suave brisa acaricio sus mejillas. Alguien desde un lejano lugar, le respondió.

-Hijo mío, soy yo tu Dios, el que te cuida y te sostiene, no temas, solo entrégate de alma, corazón y vida a tu misión, no limites tu conciencia, acéptate tal cual eres y siempre se tu mismo.

Un golpe lo sobresaltó, Era su ayudante, el Alférez Aguilar. Informándole que había llegado la hora.

Saludó, tomó sus armas y lentamente caminó hacia donde estaban sus hombres. LUIS ALBERTO.

1 comentario:

  1. Mi Cte, muchas gracias por haberme respaldado y darme la posibilidad de crecer. Sus consejos y enseñanzas siempre me fueron de muchísima utilidad. -Ángel-

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