sábado, 9 de abril de 2011

La Patrulla

Volver al lugar de origen, tierra roja, mucho verde, casas de madera, lugar elegido por muchos inmigrantes, extranjeros de tan lejanos como extraños lugares……tantas historias…. tantos recuerdos.

Como otras veces, solía visitar la capilla de la Virgen Maria, ubicada en proximidades al Rió Paraná. Un lugar muy hermoso, ideal para un tiempo de meditación  y agradecimiento.

Venia reflexionando en estas cosas, cuando  de repente escuché voces, algunas risas, ingresé a la espesura del bosque y reencontré con una patrulla de Gendarmes,  por sus uniformes y el armamento parecía una patrulla antigua, sorprendido, saludo a todos, uno de ellos, que por su aspecto  perecía un hombre muy experimentado, se acerca diciendo.

- Mucho gusto, Suboficial Mayor Rodríguez, Me presenté, saludé al resto, eran diez Suboficiales,  entre los que se encontraba el Cabo Bianchi, recién llegado de Buenos Aires, era el más nuevo, por esa razón era victima de los mosquitos y de la falta de experiencia en la zona.  El Cabo era alegre y divertido, propio de los porteños, siempre respondía a todas las bromas con mucha astucia.

Me invitan a tomar mate y empezamos a conversar de muchas cosas, del lugar, de la misión de la patrulla.

- ¿Está complicada la situación Rodríguez? – pregunté.

–Si, mi Comandante contestó, esta difícil, existen grupos muy bien armados y son muchos, además tienen muchas armas, fusiles, pistolas ametralladoras, están muy bien organizados, hasta se comenta  que tienen morteros, algunos son veteranos, con mucha experiencia, pero igual les estamos haciendo frente, concluyó.

-Y Usted, mi Comandante, ¿que hace por acá?

-Estoy volviendo a mi lugar de origen, a mis recuerdos. Contesté.

-Eso es muy bueno, dijo, -Siempre es importante volver.

De pronto, Rodríguez se para, mira hacia el monte y llama a un Sargento, un hombre  bajo, parecía  muy serio y formal, no había hablado mucho.

- ¿Qué le parece? El Sargento observa el bosque, mueve la cabeza y dice, –Muy tranquilo, mucho silencio, demasiado, debemos movernos.

-Rodríguez imparte un par de órdenes, la patrulla preparara el armamento y el equipo para iniciar la marcha.

El Sargento se acerca, noté en sus ojos algo muy especial. Me dijo.

-Nos vamos mi Comandante, tengo dos hijos ¿sabe?, quisiera que sean Gendarmes como yo, el mayor es un poco serio,  algo introvertido, pero es buen muchacho, el mas chico es mas charlatán, ríe mucho, creo que pueden ser buenos soldados.

-Seguro que sí, Sargento,  no olvide que lo frondoso del árbol  se debe a lo que trae de raíz.

Montaron, antes de salir Rodríguez se despide con un leve movimiento de cabeza, el Sargento controla que todo esté bien, al ver al Cabo Bianchi un poco ansioso,  le dice.

- Tranquilo muchacho, confía en tu patrulla. -Claro Mi Sargento, contestó el Cabo.

La patrulla inicia la marcha, el Sargento detiene su caballo.

–Hasta siempre, Mi Comandante. –Hasta siempre Sargento y no olvide que las hojas no caen lejos del árbol, sin dudas serán buenos Gendarmes. Y se fueron despacio, sin ruidos.

Caminé pensando en la experiencia y sabiduría de estos hombres, en el compromiso con la  misión, cuando de repente escuché varios disparos, me detuve. Luego llegó el silencio,  un silencio raro, especial, que hacía doler los oídos.

Hasta que en un sendero encuentro un monolito, al pié pude leer una placa con la siguiente leyenda: “Al Cabo JUAN CARLOS BIANCHI, caído en cumplimiento del deber un 21 de febrero del año 1968”.

Una extraña sensación recorrió mi cuerpo, dejando una pequeña flor arrancada en el lugar, elevé una pequeña plegara…. Hasta pronto, querido camarada.  LUIS ALBERTO.

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