sábado, 9 de abril de 2011

El Santo

Recibimos la misión, era una Operación difícil, una infiltración desde el aire a una zona selvática subtropical húmeda, una serie de acciones y finalmente una exfiltración anfibia, una travesía bastante larga., pero contábamos  con una ventaja.  El Santo era nuestro líder.

El Santo, Comando, Paracaidista, destacado profesional,  un visionario, de los que  parecen rudos cuando en realidad poseen una paternal calidez y un humor que hacia que todo fuera más agradable y divertido,  nos enseño a superar obstáculos con sabiduría y serenidad.

La noche anterior nos reunimos a recibir la Orden de Operaciones, todo se realizo rápidamente, El Santo era muy práctico y simple, “es lo único que promete el éxito”, repetía siempre, recordando expresiones de un  gran filósofo de la guerra. Todos entendíamos  el propósito y comprendíamos la tarea rápidamente.

El Santo dijo. -Bueno señores, vamos  cenar, mañana será un hermoso día.

Era un verdadero placer hablar con El Santo, cada anécdota, cada charla era un aprendizaje.

Arrúa, Joven paracaidista, le preguntó.

-¿Mi Comandante, usted lo conoció a Acosta?  El santo pensó un rato y dijo.

- Si, lo conocí muy bien, estuve en el momento que lo mataron defendiendo nuestras Islas, habíamos salido temprano, debíamos emboscar al enemigo, en un lugar muy difícil,  las cosas se complicaron y empezaron los tiros, ellos era mas numerosos, este gran hombre cae en la acción.  Debimos replegarnos y no pudimos volver a buscarlo su cuerpo aún esta allá.

–Deberíamos buscarlo, dijo Reynoso, valeroso soldado, había sido condecorado en actos del servicio.

–Si, Reynoso, es nuestro deber, dijo El Santo, algún día volveremos para quedarnos definitivamente en esas tierras, no a traerlo a Acosta, sino a vivir con el.

 -¿Fue duro perderlo, no? Pregunté

-Si muy duro, dijo, Acosta era un buen líder y un profesional muy experimentado, se notó su ausencia, al regresar a la base de patrulla, los reuní a todos y les dije lo siguiente “Acosta sabía cuanto lo queríamos, todos sabemos donde y con quien está, mañana antes del amanecer, antes de que salga el sol, saldremos todos con el mejor uniforme y ejecutaremos en mejor salto de nuestras vidas”.

-Y así lo hicimos. Hizo silencio hasta que levanto su copa  y dándole una palmada a Mareco, a quien apreciaba mucho dijo.

-Mañana será un lindo día, salud, hasta mañana.

Al día siguiente iniciamos la operación, Infiltración aérea, marchas, reconocimientos, emboscadas, golpes de mano, incursiones, hasta que llegó la fase final. La exfiltracion en botes neumáticos, todo estaba saliendo perfectamente bien. Hasta que un atardecer,  El Santo me llama  diciendo.

– Estoy herido, solo quiero que sepa, viajare en su bote, no quiero que nadie se entere, no se preocupe todo va a estar bien, tenemos que llegar. nadie pregunto nada. No era momento de preguntas.

Comenzó el repliegue, río abajo, fueron días duros, su salud empeoraba, hasta que en la mitad del trayecto, me dijo.

–No puedo mas, déjeme acá.

– No, mi Comandante conteste, no puedo, llegamos todos o no llega nadie.

–No sea necio yo conozco la zona, solo tome el mando y continúe,  se como hacer para que me evacuen. Siga usted.

Le di un fuerte abrazo y ordeno seguir, no dije nada, todo lo que podía decir sería en vano ya había tomado una decisión. Llegamos al punto final, nos escoltaron a un lugar seguro. Un General, me llamó y me dijo con una sonrisa.

-El Santo esta bien, fue evacuado, está en el Hospital.

-Gracias a Dios, dije, comunico al resto del personal la novedad y así como estábamos salimos al Hospital.

Estaba acostado, sonriendo, dijo. ¿Como se les ocurrió?

-Usted es nuestro líder, es nuestro jefe, contesté.

- Estoy bien, hasta tengo una enfermera que me cuida todo el día, dijo eso y nos abrazo a todos, estuvimos  poco tiempo, un medico con cara de malo, nos dijo que debíamos irnos, salimos contentos, nuestro Comandante estaba bien.

Al llegar a la base nos dieron unos días de descanso, nos merecíamos,  acomodamos las cosas y salimos.

Estaba en mi casa, cuando tocan el timbre, era Arrúa, sorprendido lo saludé, una ligera lágrima cruzaba su rostro cuando me entregó un sobre, no lo abrí, sabía lo que decía, lo guardé en el bolsillo, cerre un segundo los ojos antes de decir.

–Arrúa, prepare a los hombres, los paracaídas, el avión, mañana antes del amanecer, antes de que salga el sol, tenemos algo que hacer. LUIS ALBERTO.

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