sábado, 9 de abril de 2011

El vendedor de helados

Viajar todos los días con la línea de trenes Urquiza, “La Chanchita”, hasta la estación Lynch,  es un verdadero infierno, siempre igual, todos malhumorados, distantes y desconfiados.

Al llegar a destino, algunos corren, otros apuran  el paso, incluso yo, aunque sin motivos, adopto la misma actitud  y es muy probable que también tenga cara de malo.

Salgo del andén, camino hasta la colectora para luego subir luego al terraplén hasta la Avenida General Paz a la parada del colectivo 117.

Antes llegar al terraplén escucho una pequeña voz, que me dice –helados señor, - no, gracias, conteste. -Señor me compra un helado. No gracias, no me gustan los helados. -Perdón me dice, ¿me compra un helado?, lo paga usted, lo tomo yo.

 Me pareció inteligente esa reflexión, saco el dinero. -Cuento esta. -1 peso, es barato..., dijo. - le doy el dinero, me pregunta  -¿A dónde va?  - a Lugano, conteste. – Ah, el 117.

-¿Como te llamas, charlatán?, - Yo me llamo Eduardo, contesto, mi mama me puso Eduardo porque voy a ser rey cuando sea grande. –Que interesante, le conteste.

¿Donde conseguís los helados? 

- El gordo chanta de la esquina, es un ciruja, nos trata mal, si no vendemos quiere que paguemos igual, si se derriten se enoja, es un caradura, nunca no da propinas, a veces un vaso de jugo barato, nada mas, pero yo tengo que llevar dinero a mi casa porque somos muchos hermanitos y la plata no alcanza.

– Que tipo de porquería, pensé.

-Se me ocurre una idea le dije, que te parece si te ayudo a lo mejor vendemos mas rápido, - ¿Le parece señor.

–Intentémoslo, conteste y empezamos – Helados, helados, helados…..Gritamos como locos pero no vendimos nada.

-Lo que pasa es que usted tiene traje, me dice, - quien le va a comprar helados a una persona  vestida de traje, creen que es un chiste, o un avivado que quiere engañar a la gente.

– Que problema contesté,  como hacía mucho calor, me aflojo el nudo de la corbata.

Un poco cansado le digo.  -¿cuantos helados te quedan.  -Creo que 12.

- Te los compro a todos, dije.

 - ¿Y que va a hacer con los helados? , te los regalo, llévalos a tus hermanitos.

- No señor, yo vivo muy lejos se van derretir todos, ¿y si los regalamos?, dijo.

- Buena idea conteste, salimos para la estación a regalar helados.

Empezamos a regalar a todos los que pasaban, -¿quiere un helados señor, señora?

-Che flaco ¿queres un helado?, nada, las respuestas eran siempre las mismas, o una mirada extraña o un no rotundo. -Señor -¿pensarán que están envenenados o vencidos?

Luego de fracasar por segunda vez, le digo.

–Vamos a devolvérselos al gordo chanta, que se guarde los helados, y fin del problema. – Dale. Contestó.

Salimos a lo del gordo Chanta, llego con mas ganas de pegarle una trompada que de hablar.

- Señor le compre todos les helados al chico, acá esta la plata y acá están los helados, el gordo chanta, me pregunta – ¿Los quiere llevar? El pequeño Rey se adelanta y contesta – No, gracias puedes quedártelos, te los regalo.

Salimos del lugar, como hacia calor lo invito a tomar algo,  -conozco un lugar me dijo, pido dos gaseosas y dos tostados, nos sentamos.

No te parece complicado eso de ser Rey, - Nooo…, está todo arreglado, dijo, voy a  hacer que las cosas sean mas justas, con muchas personas que quieran ser buenas y  me ayuden.

– ¿Y como lo van a hacer, eso es difícil?,  -no tanto, porque mi mamá dice que a las personas buenas, las cosas le salen bien.

–Mira que lindo, sabe mucho tu mamá.

 –Si, aunque a veces es algo rara, cuando rezamos para que duerman mis hermanitos, me abraza fuerte y llora mucho, aunque me mienta y diga que solo le duele la cabeza.

Se quedo en silencio como si le faltara el aire)...Espere que se le pasara sin intervenir. Hasta que le salio como un suspiro, -….la gente es buena, dice mi mama.

-Che que lindo plan, digo como para romper el hielo.

–Cuando seas Rey, ¿me vas a dar trabajo?. - Seguro que si, contesto. –Usted que hace señor. -Soy soldado,-Entonces puede ayudarme con los malos……solo hasta que se hagan buenos.  -Ah…bueno.

- Rey me voy a mi casa. - Lo acompaño, dijo.

Salimos, subimos el terraplén, llegamos hasta la parada del 117,  extendiendo su manito. Dijo.

-Mucho gusto, llévese esto señor, y como si tomara algo muy apreciado, se quito suavemente la gorrita  roja que tenia puesta,  con el escudo de un club de fútbol, - sos del rojo le dije, si, como mi papa (primera vez que lo nombraba), bueno Rey, nos vemos, -seguro señor.

Y se perdió entre la gente, con las manos en los bolsillos. Subo al colectivo, me siento al lado de una señora muy elegante, me mira con desconfianza cuando ve la gorrita, iba a decirle algo, y pensé.

- Pobre mujer,  no sabe que es la gorrita de un Rey.  Y pensando en un ángel cierro los ojos. LUIS ALBERTO.

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