lunes, 10 de junio de 2013

Don Robustiano

Don Robustiano nació en la provincia de Corrientes, provincia mesopotámica de la República Argentina, particular  y definida, tiene en su esencia valores heredados de una cultura compuesta por una rara cruza  de costumbres y religiones formadas  por guaraníes, criollos e inmigrantes, que según los dichos le dieron algo especial, potenciaron su nacionalidad,    creando esa estatura  mitológica conocida como el "correntino”.

Y decir  el “correntino” es decir algo que va mas allá de cualquier definición, va mas allá de todo, es más, es tan difícil responder que es  un “correntino” que más vale no definirlo, es más fácil identificarlo, decir este es  un “correntino”.

De esta mezcla de humildad y nobleza me refiero cuando describo a Don Robustiano. Hombre de a caballo silencioso y sabio, conocedor de mil y un oficios, consejero servicial y extremadamente honesto, cuentan que en más de una oportunidad emprendió trabajos y proyectos ajenos con el simple propósito de mejorar la calidad de vida de sus vecinos, del hermoso y pintoresco Caa Cati su pueblo.

Tenía pocos vicios uno de ellos era el de los fines de semana, específicamente los sábados a la tarde concurrir al bar del gallego Galarza, donde se armaban lindas fiestas, música, charlas, juegos.

Don Robustiano cuando llegaba saludaba a todos, se sentaba siempre en el mismo lugar, pedía su vino, y a partir de ahí se internaba en un silencio especial y privado. Vaya a saber cuántas historias se contaría a si mismo, solo y en su mundo, al terminar su vino, se levantaba lentamente saludaba a todos nuevamente, montaba y partía a su casa.

Ese sábado, llego como siempre, saludo a todos, se sentó en la misma mesa,  al fondo un conjunto tocaba un hermoso chamamé, que le provoco un suspiro, se sirvió un trago y se lo mando medio rápido, algún recuerdo tal vez.

Estaba contento metido en sus pensamientos hasta que de repente se le presentan como cosa rara para el lugar, seis policías, bien vestidos, al frente estaba un  policía  atlético y bien parado, buen mozo.

-Buenas Noches, señor. Dijo el policía.

Parándose  se puso el sombrero y tocándose el ala del mismo contestó - -Buenas noches, señor, Robustiano para servirlo, ¿Quiere sentarse señor?

El policía no contestó el saludo, vio que tenía un revolver en su cintura y un cuchillo.

-Veo que tiene un arma y un  cuchillo.

-Así es señor, dijo Don Robustiano, a la vez que volvió a sentarse.

Primer error del policía, nunca sea descortés con un "correntino”, puede costarte mucho. El policía continó.

-No sé si sabe que la Subcomisaria de General Paz ahora es Comisaria y aumento el número de personal, tenemos una brigada de investigaciones, una montada, vehículos y más personal, yo soy el Subcomisario Carlos Fermín Rodríguez Romero y soy el segundo Jefe, me acompañan cinco efectivos y me secunda el Sargento Pedro Pucheta, que seguro usted lo conoce.

Segundo error del policía nunca presumas ante un "correntino”, podría sorprenderte.

-Qué lindo señor Comisario, aunque a mi gusta llamarlo Caa Cati a mi pueblo, es mas cálido y me trae mejores recuerdos. Qué bueno que la “modernidá” llegue también acá, eso nos pone contentos.

-Subcomisario, señor. Pero el motivo de mi presencia es que usted estar armado y partir de ahora nadie en este pueblo puede estar armado, tiene que entregarme el arma y el cuchillo.

Tercer error del policía, un “correntino”, jamás se aleja de su arma a la distancia de un brazo de su cuerpo, puede vivir sin un dedo, puede vivir sin  un brazo, pero no puede dormir sin su cuchillo.

Don Robustiano estudio la situación, miro a su alrededor, calculó las distancias acomodó lentamente su poncho, con gestos suaves se quito el sombrero, miró al Sargento Pucheta, amigo de tabas y de alguna caña, sonrió suavemente, Pucheta se puso nervioso, Don Robustiano levantó la cabeza antes de decir.

-Amigo, yo al comisario Arístides Flores, lo conozco, ¿Por qué no le dice que mañana lo voy a ver y arreglamos este asunto?, no quisiera dejar mi vino, ni este momento en paz que estoy viviendo.

-¿Quisera pedirle un favor, señor… Subcomisario? déjeme terminar mi vino.

-Mire Don…Dijo llamarse...Robustiano,  deme las armas y puede terminar su vino.

Cuarto error del policía, no confundas la amabilidad del “correntino” con debilidad.

Acto seguido el subcomisario, ordena a sus policías que procedan a desarmar a Don Robustiano. El Sargento Pucheta quiso decir algo, pero su Jefe lo silenció con un grito.

-Desármelo Pucheta o ¿tiene miedo?.

No sabría decir si los policías se abalanzaron para desarmar a Don Robustiano, o simplemente se movieron para hacer algo, cumpliendo la orden de su Jefe.

Quinto error  del policía, cuando peles con un “correntino”, asegúrate que estes en ventaja, y acá estaban en total desventaja.

Don Robustiano, simplemente saco su cuchillo envainado para no lastimar a nadie, con un certero golpe en la frente del Subcomisario hizo que este retrocediera, al Sargento Pucheta, su amigo, lo empujo fuertemente tirándolo al costado, los otros policías quedaron inmóviles, otro golpe en la mano del Subcomisario hizo que este gritara de dolor, otro golpe lo sentó en una silla al frente de la mesa de Don Robustiano, con el poncho lo cubrió, impidiendo que este se moviera y se sentó nuevamente. Las personas se alejaron unos metros, sin hablar, esperando el fin de tan lamentable suceso.

El Subcomisario estaba rojo de vergüenza, Pucheta se quedo sentado moviendo la cabeza y los otros policías solo miraban, incapaces de aproximarse a Don Robustiano.

Don Robustiano Se sirvió un poco de vino, tomó su poncho, guardó su cuchillo, miró al Subcomisario que estaba todavía asustado, y le dijó

-Qué pena amigo, que pena y disculpe la falta de respeto a la autoridad, pero no tuve otra opción usted me acorraló, usted no me dejo otra alternativa, usted será un buen policía, tiene pasta y tiene coraje, pero recuerde que mientras la “modernida” avance le debe dar tiempo a la costumbre, a las tradiciones a lo de “antes”, y así vamos a hacer un mundo nuevo, no será a lo “atropellado”, váyase tranquilo que yo mañana estoy en la comisaria y si la ley lo dice prepáreme un calabozo, porque un “correntino” no necesita que le enseñen lo que es la ley, ya su papa le enseñó lo suficiente, o la historia, porque no en “valde” pelearon con San Martin, Andresito, Beron de Astrada, el General Madariaga y otros tantos, vaya amigo que acá no paso nada.

Paso el tiempo, hoy ese revolver y ese cuchillo estan ahora guardados en un lugar de honor y nadie lo tocara, al menos que el lo disponga. LUIS ALBERTO (Dedicado a mi abuelo Don Robustiano, a mi papa Bonifacio, a mi amigo Raúl Sandiano, al Negro Perez, Marito Thones, Pituca Beltrán, el vibora Fretes, los malvineros Cabo Barusso entre  tantos correntinos de ley que hicieron y hacen glorioso este suelo sagrado).

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