viernes, 25 de enero de 2013

¡Que triste esta Buenos Aires!

Salgo a trabajar, son las siete horas, subo al tren “General Mitre”, estación Belgrano”R”, mucha gente y todos apretados, todos malhumorados.

Dentro del vagón veo rostros serios, oscuros, caras tristes, dientes apretados, miradas perdidas, ojos sin ver.

Observo también que las mujeres lindas y los hombres elegantes y bien vestidos, están en posición defensiva, como evitando todo tipo de contacto.

Observo que los obreros, con sus herramientas y vistiendo ropas de trabajo, tienen una rara mirada, mezcla de odios, bronca y dolor, como enfrentándose con los otros.

Veo también a los otros, los que viven en su mundo, como restándole importancia a lo que sucede a su alrededor.

Veo a un sacerdote, serio y en silencio, a un rabino, también serio y en silencio. Podrían estar hablando entre si, de Dios, de la situación del mundo, de los niños, de la crisis mundial.

Llega el tren a la estación “Retiro”, todos salen corriendo y apurados, pero sin tocarse, cuidándose del contacto con el otro.

Seguimos caminando todos, al salir del andén, está la imagen de la madre de Dios “Nuestra señora del Rosario de San Nicolás”, algunos se quedan a orar unos minutos, los observo a distancia, me pregunto ¿Por que no se juntan y oran todos juntos? Pero no, cada uno hace lo suyo y manteniendo siempre las distancias. Uno me mira con desconfianza porque sabe que los estoy observando.

Sigo viaje, afuera de la estación vendedores de todo tipo y color, todos hablan, nadie escucha, todos corren, nadie espera, todos miran, nadie ve.

Observo los puestos de venta, personas mayores, jóvenes y niños venden de todo desde comidas, juguetes, ropa, hasta medicamentos, electrónica y libros.

Niñas vestidas con ropas muy livianas, ofreciendo cosas para vender, algunas no pasan los catorce años, deberían estar jugando, ¿Cómo habrán pasado el día de su cumpleaños?, ¿Cómo habrán pasado la noche buena? Están ahí a la vista de todos, todos miran, nadie ve.

Sigo caminando, la parada de los micros urbanos, gente que sube y gente que baja, también apurados, tambien malhumorados, tristes y solos. Algunos ríen, exagerando la risa, quizás para ocultar un poco la triste nostalgia de la soledad.

Cruzo la calle encuentro un vagabundo tirado en el suelo, viviendo en una pequeña casita hecha de tablas, lo miro, esta solo, cerca de el,  viven las ratas y las cucarachas, me pide dinero, le doy lo poco que tengo en el bolsillo.

Antes de ingresar al edificio donde trabajo, me pregunto. ¿Qué es esto?, ¿Esto es la gente?, ¿Esto somos nosotros? Muchos dicen “La gente es mala”, “a nadie la importa nada”. Yo también soy la gente, tu también, ellos también. Pienso que Dios también y creo que estará allí o aquí entre nosotros.

Entro al edificio, un centinela me saluda, le pregunto ¿Sabía usted que hoy se celebra la fiesta de la convercion de Pablo? Su cara me da la respuesta. Pasa un conocido, me extiende la mano. Un amigo me abraza al saludarme. Llego a mi oficina, preparo un café. Casi sin darme cuenta enciendo la computadora… comienzo a escribir ...“Que triste esta Buenos Aires….LUÍS ALBERTO

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