viernes, 31 de agosto de 2012

Guayacan

Jefe del Curso de monte, otra vez viajar a esos inhóspitos como lejanos lugares. Pero aunque rezongaba, en realidad me gustaba hacerlo, era una hermosa aventura el incursionar en este tipo de desafíos con estos entrenamientos tan particulares.
Lo que describiré sucedió en un lugar al que regresaba después de mucho tiempo, aunque conforme a los informes recogidos todo parecía estar igual.

Cuando llego, me presenté al Jefe del Escuadrón, explicándole las actividades planificadas y de como se desarrollaría el curso, le dije que necesitaba reconocer la zona, adaptarme al lugar, olvidándarme de cosas urbanas que no ayudan en estas cosas y empezar un diálogo muy particular con el monte.

El Jefe era una muy buena persona, muy humano, en esa oportunidad estaba acompañado por su segundo Jefe, un verdadero lider e impulsor de muchas cosas en nuestra Fuerza, sobre todo en esa región tan difícil.

Viaje con un conductor charlatán que no paraba de hablar, me contó toda su vida en minutos, parecía muy cómodo y feliz de vivir en este lugar. Viajamos aproximadamente unos diez kilómetros, hasta llegar a un hermoso lugar, le pedí que detuviera la marcha y al bajar sentí la frescura del río y el trinar de pájaros, observe el vuelo de algunos patos silvestres.

-Buen lugar, pensé.

Le dije al conductor que me quedaría ahí, al ver la expresion de su rostro le explique que no se preocupara, que cuando lleguen los instructores y los cursantes los guíe hasta ese lugar.

Baje mis cosas, arme mi carpa y me dormí profundamente, porque en realidad estaba cansado.

Al día siguiente empecé con las tareas. Todo parecía normal hasta que observé a un hombre sentado cerca de un árbol, mirándome, sorprendido lo saludé recibiendo un leve movimiento de cabeza como respuesta.

Lo invité a comer, cenamos casi en silencio. Hasta que oscureció, enciendí la radio y me acosté a dormir.

Así pasaron los días, hasta que le saque algunas palabras, me peguntó que estaba haciendo en el lugar, le dije que estaba preparando un curso para entrenar soldados para el combate y la supervivencia.

Me pregunto ¿para que?. Le conteste para defender a la Patria, para anticiparse a otros que también estaban preparadose, para ver mejor y mas lejos.

En realidad tenía la impresión que no me estaba entendiendo. Hasta que tímidamente me dijo.

–A nosotros nuestros padres nos enseñaron para saber más, debemos subir a ese árbol, agregó, señalando un frondoso guayacán que estaba cerca. -Al subir vemos mejor y mas lejos.

-Cosa rara, pensé porque no era el árbol muy alto.

Llegaron los instructores, los cursantes y el equipo. Fueron días de mucho movimiento, ruidos, explosivos, vuelos en helicóptero, ejercicios anfibios, marchas, trampas, todo lo que siempre se hace en este tipo de actividades.

Mi extraño amigo siempre cerca, mirando en silencio sin decir nada, parecía un paisaje más, en silencio compartía nuestras comidas y  charlas.

Hasta que llega el día del cierre del curso, una pequeña ceremonia, entrega de premios, y comienza el repliegue, como siempre saludos, despedidas, un hasta luego, un hasta siempre.

Como todo final, siempre trae consigo cierta nostalgia, recorrí el lugar que fue por un tiempo mi hogar y al que tal vez no regrese nunca más, además tenia que despedirme de mi extraño amigo.

Lo encontré sentado, mirando el horizonte, me acerqué, quise decir algo, pero esta vez, fue el quien habló primero.

-Rara la forma tienen ustedes de ver mejor y más lejos...muy rara, repitió.

Mire alrededor, solo escuche el silencio, tuve una rara sensación, hasta que recordé sus palabras.

–Subimos al guayacán…

Subí al frondoso árbol, me senté en una de sus ramas y observe un monte destruido, no había pájaros, no había patos, solo ramas y árboles caídos, vi un monte lastimado y dolido.

Baje del árbol quise decir algo, pero la verdad es que no sabia que decir. Me salio un tímido.

-Perdón, -debí subir antes al árbol.

Este extraño amigo, me toma de los hombros y me dice. –Solo recuerda que para ver más lejos no es necesario estar muy alto.

Lo saludé, le regale mi carpa, subí al vehiculo e inicié el regreso. Casi no hablamos con el conductor charlatán, antes de llegar a destino me dijo.

-Lo felicito me comentaron que todo salio muy bien. -No todo Ramírez, no todo, agregue. LUIS ALBERTO.

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