jueves, 29 de diciembre de 2011

Dieguito

Lo conocí desde muy pequeño, casi un bebe, siempre con su pelota de fútbol y sus guantes de arquero, pateando y soñando, atajando y sonriendo, todo un ganador, todos lo querían porque además de soñador era un niño bueno, alegre y divertido.

Lo recuerdo en Navidad  con sus regalos, siempre con su pelota y su par de guantes, porque eso era el, un arquero, un atajador, sabía que debía parar los tiros al arco y evitar que a su equipo le hicieran goles porque sabía que al equipo que más goles le convierten pierde el partido. 

Así pasaron los días, así pasaron los años, Dieguito creció, se destacó en el fútbol,  se destacó  en la vida, se convirtió en un fuerte muchacho, alegre y divertido, charlatán y seductor, conoció a una hermosa niña y se enamoró… y fue feliz… la vida era linda.

Lo tenía casi todo,  una hermosa familia, una linda novia, amigos, pasaba momentos lindos… entonces, Dieguito reía… y reía mucho. 

Pero en la vida las cosas cambian, suceden. Una mañana Dieguito se sintió extraño, no sabia muy bien porque, todo había sucedido muy rápido…las cosas cambiaron, fueron diferentes, todo se complicó.


El fútbol se fue apagando y casi sin notarlo empezó a reírse menos,  comprendió rápidamente que el amor duele y mucho, que a la familia hay que sostenerla y muy fuertemente, que los amigos fallan y no siempre están cuando los necesitamos.

Y Dieguito sufrió y Dieguito lloró, como arquero se dio cuenta que al equipo le estaban haciendo muchos goles y estaba perdiendo y muy feo… y volvió a llorar …y volvió a sufrir.

Y habló con Dios… con su mamá…  con su papá… con su hermano…con sus abuelos.

Hasta que una mañana se puso a pensar quien era realmente,  de donde venia,  y supo que una parte suya venía venía de muy lejos,  de lejanas tierras, de aquellos gloriosos y valerosos abuelos que lucharon y luchan valerosamente para crecer y crear. Y otra pertenecía a  otros sabios cuya sangre se encuentra vertida en el verde esperanza y el claro de sus ríos. Y pensó que podía volver a esas tierras lejanas, pero con la sangre renovada y fortalecida con la sangre criolla  de sus otros abuelos.

Se levanto una mañana, abrió su ventana y observo su barrio… ¡que lindo que era!, lo iba extrañar.


Habló con sus padres, su equipo estaba perdiendo  y por goleada, necesitaba fortalecer su condición de arquero, no de un partido de futbol, sino de la vida, todos comprendieron.


Y partió rumbo a lo desconocido pero con la frente alta y el corazón alegre, porque sabía que seguía siendo un arquero de primera, seguía siendo un ganador.

Pasaron los días, pasaron los años. Hoy Dieguito es Diego,  ya ataja los pelotazos de la vida con una sola mano y con los ojos cerrados, porque  hoy está jugando en primera, su equipo esta fortalecido, a veces  llora... pero de alegría, a veces sufre... porque quiere y extraña a sus abuelos, a sus tíos y primos… a su barrio.

Sabe que la tristeza le enseño a ser fuerte, pero también sabe que ganó más que un partido de fútbol, ganó el  campeonato y se convirtió en la valla menos vencida del mejor partido jugado,  el de la vida... (Dedicado a un joven arquero que entendió que para ser ganador se debe confiar en uno mismo). LUIS ALBERTO.

2 comentarios:

  1. Espectacular!!! Bien por Diego que lo quiero tanto y bien por vos que pudiste ver un pedacito de su alma

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  2. Increible relato de una persona increible y él mejor padre del mundo,con sus defectos y virtudes, con muy buen corazón!!!
    Es cierto la vida aveces nos juega partidos duros,lo importante es saber jugarlos con fuerza y esperanza!!!Creo que no pude haber escojido un mejor padre para mi hijo Alejandro.

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