miércoles, 20 de abril de 2011

Los buenos y los malos

Siempre se nos presenta ante nosotros los buenos y los malos. Por supuesto todos queremos ser los buenos, es mas no creemos buenos y pocas veces escuche a alguien decir, - yo soy el malo. Siempre los malos son los otros, aquellos los de allá, ni siquiera queremos reconocerlos  como amigos.

-Eso, ¿Realmente es así?, ¿Somos nosotros los buenos? Si todos somos los buenos, ¿Quiénes son los malos?

Estos interrogantes y afirmaciones, parecen tan simples que parecen absurdas,  Pero no lo son en absoluto, ni en lo personal, ni en lo social, menos en lo espiritual.

Siempre existieron los buenos  y los malos, es mas, están los buenos que siempre son buenos, están los buenos que se degeneran y se convierten en malos, o realizan actos que son malos y al revés, hay malos que mueren malos y los que cambian y acaban siendo buenos.

Entonces, ¿Quiénes son los buenos y quienes los malos?, ¿Qué significa, en definitiva, Significa ser bueno? ¿Quien es verdaderamente bueno?

Verdaderamente bueno,  es aquel que no desfallece obrando el bien. Obra el bien y no se cansa. Obra el bien y no cede ante la tentación de obrar el mal. Obra el bien y persevera hasta el heroísmo. Obra el bien y, si llega a ceder y cae en la tentación y obra  mal, lo reconoce, lo confiesa, se arrepiente de corazón y vuelve a empezar.

La única manera de experimentar el verdadero concepto de bondad, es con  la experiencia personal (ya sea individual o social), y solo a través de las obras podemos ser reconocidos como verdaderamente buenos.

El Apóstol Santiago, hace un paralelismo interesante entre la bondad y la fe y  nos recuerda que la fe se acredita a través de las obras: “Muéstrame tu fe sin las obras, que yo por las obras te haré ver mi fe” (Santiago 2,18).

Humildemente creo que solo se puede ser verdaderamente bueno y dar frutos buenos si obramos,  haciendo algo visible, palpable, que se note. De lo contrario solo seremos simples charlatanes justificadores de conductas, alguien que  nunca entenderá el porque de la fe ni el  verdadero sentido de la bondad. LUIS ALBERTO.

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